Diez curiosidades sobre la música y las emociones
- La música es el arte que primero llega a nuestras emociones
La música, casi de manera inmediata, se apodera de nuestras emociones de manera mucho más rápida y efectiva que otras artes, como la pintura o la literatura.
Los estímulos auditivos se analizan y procesan muy rápidamente en la corteza cerebral para, después, filtrarse hasta zonas más profundas del cerebro relacionadas con la generación de emociones y con reacciones de placer y dolor. No es de extrañar que la música se utilice constantemente en el cine; es una generadora inmediata de emoción.
- Darwin consideraba la música uno de los grandes misterios de la evolución
Charles Darwin, el gran estudioso de la evolución humana, siempre quedó fascinado por el efecto que la música tenía en el hombre. Se preguntaba cómo era posible que tuviera una importancia tan grande para el hombre cuando «ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales» tenían «la menor utilidad biológica», es decir, no desarrollaban destrezas directamente relacionadas con la supervivencia. Su importancia estaba relacionada con dos ámbitos: la comunicación de la especie y la cohesión social.
- La música es, ante todo, una herramienta de comunicación emocional
El origen de la estrecha conexión entre música y emoción se remonta a hace más de dos millones de años, cuando, antes de la aparición del lenguaje, nuestros antepasados se comunicaban mediante sistemas de comunicación denominados «protolenguajes», conjuntos de sonidos vocales que funcionaban como mensajes concretos.
Con el paso del tiempo, la música y el lenguaje fueron diferenciándose: el lenguaje se relegó a la transmisión de información concreta del entorno, mientras que la música quedó destinada a expresar todo lo vinculado con el mundo emocional, y, más importante aún, para inducir al compañero, o a la compañera o al grupo a sentir emociones determinadas. Esa manipulación del compañero, la compañera o el grupo a través de la expresión musical es clave a la hora de entender el origen de la música y su íntima vinculación con nuestras emociones.
- La música como herramienta de cohesión social
Por su fuerte impacto emocional, la música fue utilizada por los primeros grupos de humanos para actividades que implicaban cohesión y unión del grupo: rituales mágicos y religiosos, ceremonias de todo tipo, motivación para la batalla…; no es de extrañar que hoy en día no haya mitin político, ceremonia religiosa o congregación de cualquier tipo que no lleve asociada la música.
Pues bien, esas músicas creadas para esos momentos están previamente pensadas para provocar emociones muy concretas en los oyentes. Por desgracia, las dictaduras de todas las épocas han utilizado la música para infiltrar sus principios ideológicos en el pueblo. Se diría que «el grupo que canta unido permanece unido», para bien y para mal.
- La música y los bebés
La musicalidad, la capacidad de apreciar emocionalmente la música, es algo que se da en todas las culturas y desde el primer momento del nacimiento, incluso antes. En los meses finales de gestación, el feto ya es capaz de reaccionar a estímulos musicales concretos, calmándose o activándose según las cualidades de la música a la que sea expuesto.
Asimismo, desde que es recién nacido, el bebé reacciona a la música, de ahí la poderosa función de las nanas. En todas las culturas, la nana —esa canción pausada, entonada con voz suave, a poder ser por la madre (a cuyo timbre de voz el bebé está habituado desde antes de nacer— tiene un efecto poderosamente calmante y agradable para el bebé.
¡Ojo! El efecto calmante de la nana se intensifica si se acompaña de un movimiento acompasado a la música (pausado y suave), de lo contrario, si aceleramos el movimiento con el que dormimos al bebé, este percibirá una contradicción y probablemente se altere.
- La música y el cine
En las películas, la música juega un rol fundamental: el de poner en marcha la emoción del oyente antes incluso de que la escena o el diálogo le conduzcan a esa emoción. De hecho, en los orígenes del cine, a inicios del siglo xx, las películas no llevaban ningún diálogo, era el llamado cine mudo, pero lo que sí llevaron siempre fue música que lo acompañara. Antes de poder grabarse había en los cines un o una pianista que, al tiempo que visualizaba la película, iba creando melodías y efectos sonoros que daban expresión emocional a lo que estaba sucediendo.
Presta atención a la próxima película que veas: probablemente, el momento de máximo conflicto ya haya sido anticipado por la música antes de que suceda, lo mismo sucede con el momento en el que los protagonistas tengan su momento de unión, o con el momento en el que se resuelva la trama. Ahí está la música, dispuesta a anticipar las emociones y a actuar como un altavoz de ellas, provocando que lloremos, riamos o nos sintamos aliviados con las acciones que se narran. El cine sin música perdería una gran carga de emotividad.
- ¿Asociamos todos por igual una música con una emoción concreta?
Puede haber pequeñas diferencias individuales, pero, en general, dentro de personas de una misma cultura, en nuestro caso, la cultura occidental, hay un acuerdo bastante unánime en cuanto a tipos de música y reacciones emocionales que esta provoca.
En el proceso de percibir una música determinada como triste, alegre, iracunda, etc., nuestro cerebro analiza principalmente estos parámetros musicales: el tempo o tiempo, es decir, la velocidad a la que discurre la música; la intensidad, si es fuerte o suave; y si está compuesta en una tonalidad mayor o menor. «¿Eso qué es?» quizás te preguntes.
Se refiere a la escala musical sobre la que está compuesta la música. El modo mayor suena más luminoso, se emplea habitualmente para música relacionada con emociones positivas. El modo menor suena más oscuro, como si estuviera nublado, y, generalmente, se utiliza para música relacionada con emociones negativas, como la tristeza o el enfado. Te animo a pasar a la práctica cuando finalices la lectura de este artículo probando a averiguar emociones de distintas piezas musicales.
- Música para curar
Ya desde la Grecia clásica la relación entre la música y las emociones era bien conocida. En tiempos de Pitágoras, la música se utilizaba como potenciadora de la catarsis, que significaba purificación.
Cuando una persona estaba emocionalmente desequilibrada, se creía, por ejemplo, que la tristeza podía corregirse exponiendo a la persona a una música alegre, o el exceso de ira, haciendo a la persona escuchar música calmada. Y, tú, ¿has probado a escuchar música alegre cuando te sientes triste? Pruébalo, verás que su efecto es poderoso.
Esos son los orígenes de la llamada musicoterapia, una disciplina científica que utiliza el sonido y la ejecución musical como medio para aliviar el dolor, y mejorar o curar trastornos de muy diversa índole, muchos de ellos relacionados con nuestra salud mental. La musicoterapia se lleva a cabo hoy en bastantes hospitales de nuestro país para mejorar muy diversas dolencias y enfermedades.
- La música y tu memoria
El recuerdo de la música es muy persistente en nuestro cerebro. Si en tu vida una canción está asociada a un recuerdo emocionalmente importante, es muy probable que experimentes esa emoción con solo escuchar los primeros segundos de la canción.
Además, a veces sin saber por qué, nuestra memoria nos trae alguna melodía que comenzamos a recordar insistentemente sin que haya forma alguna de librarnos de ella. ¿Te ha pasado alguna vez? La psicología de la música llama a esos recuerdos musicales pegadizos y obsesivos «gusanos musicales», y suelen suceder con melodías especialmente pegadizas. Cuanto más te obsesiones con su desaparición, ¡más recurrentemente volverán a tu cabeza! Para librarse de ellos, nada como relajarse y cantar en nuestra cabeza la canción de arriba a abajo.
- La música y tu identidad
La pubertad y la adolescencia son unos momentos mágicos en relación con la música. Nuestros cambios emocionales y mentales hacen que entremos en una fase en la que estamos especialmente sensibles a lo emocional. Es por eso, que la música tiene una poderosa influencia en tu desarrollo.
Te animo a escuchar muchos tipos de música diferente, no quedarte solo con aquel que le gusta a tu grupo de amigos, sino ir más allá y adentrarte en estilos musicales distintos, comprobarás que todos o casi todos tienen algo que ofrecerte (no destierres nunca la música clásica, guarda joyas tremendamente revolucionarias y poderosas).
Por otro lado, la música puede ser en esta etapa de tu vida un medio fascinante para tu expresión emocional, para decir lo que sientes sin necesidad de utilizar las palabras. ¿Has pensado en tocar algún instrumento? Poder expresar tu mundo interior a través de él puede ser una de las actividades más completas y fascinantes. Por cierto, es de las pocas actividades que hacemos en la vida en las que se ven implicadas absolutamente todas las partes de nuestro cerebro.
Irene de Juan Bernabéu
La música en la mitología
Para los griegos, la música era esencial, tanto que era una de las materias de estudio en la escuela. Para ellos, la música era un excelente método para desarrollar el carácter de las personas y educar en los valores ciudadanos.
La música era tan importante que incluso en la mitología encontramos historias que nos hablan de ello.
- La música y las musas
La música es una palabra que proviene del griego musiké o arte de las musas. Dentro de la música, aunque nos parezca extraño, los antiguos incluían, además de la música propiamente dicha, la danza y el arte de la palabra (la poesía, el teatro, la historia, la oratoria, la filosofía).
Cada una de las nueve musas tenía su «dominio» o campo de actuación:
- Calíope > musa de la elocuencia, de la belleza y de la poesía épica.
- Clío > musa de la historia.
- Erató > musa de la poesía lírica.
- Euterpe > musa de la música.
- Melpómene > musa de la tragedia.
- Polimnia > musa de los cantos sagrados.
- Talía > musa de la comedia y de la poesía bucólica.
- Terpsícore > musa de la danza y de la poesía coral.
- Urania > musa de la astronomía, de la poesía didáctica y de las ciencias exactas.
- Atenea, Apolo, Marsias y la flauta
Atenea inventó el aulós, un instrumento musical que consistía en una flauta doble. Cuando quiso dar a conocer su invento al resto de los dioses del Olimpo y deleitarles con sus canciones, observó que se burlaban de ella, y no entendía por qué, así que se fue a dar un paseo. Entonces vio su cara reflejada en el agua de un río mientras tocaba su instrumento y pudo entender por qué los dioses se burlaban de ella: ¡sus mejillas se hinchaban de tal manera al soplar que su rostro se deformaba! Atenea no quiso volver a tocar este instrumento, es más, lo arrojó al suelo y maldijo a quien lo tocara en el futuro.
Pero se dio la casualidad de que por allí pasaba el sátiro Marsias, que había oído el sonido del aulós y le encantó, y cuando vio que Atenea se deshizo de él, ni corto ni perezoso lo recogió. Al sátiro (un ser mitológico, mitad hombre y mitad carnero, que vivía en los bosques y se daba a la buena vida) no le importaba nada su aspecto, así que aprendió a tocar la flauta doble tan bien que un día desafió al mismísimo dios Apolo en un concurso musical.
En ese concurso, Apolo se presentó con una lira (un instrumento de cuerda parecido al arpa) y Marsias con el aulós, claro. ¿Quién fue el ganador? Hay quien dice que Marsias lo hizo mejor, quien dice que fue Apolo, pero al final las musas, que fueron las juezas del certamen, concedieron la victoria a Apolo.
- La música amansa a las fieras
Quizá hayas oído alguna vez esta expresión y no sabes que tiene su origen en la mitología griega. Había una vez en Grecia un excelente músico y cantante llamado Orfeo. Cuando iba por los bosques cantando y tocando la lira, que era un antiguo instrumento de cuerda, los animales salían de la espesura a escucharle y se quedaban ahí parados, tranquilos, sin miedo.
Orfeo estaba profundamente enamorado de la ninfa Eurídice, que también lo amaba. Eran felices, pero un día Eurídice se murió a causa de la mordedura de una serpiente. Orfeo se quedó tan triste que dejó de cantar y ya no quería seguir viviendo. Al cabo de un tiempo, se armó de valor e hizo algo que ningún mortal habría hecho de estar en sus cabales: se adentró en el mundo subterráneo, donde vivían las almas de los muertos. Era el reino de Hades (Plutón en la tradición romana) y de su esposa Perséfone (Proserpina para los romanos). Orfeo pensó que no tenía nada que perder y con su lira se presentó allí y con su música adormeció a Cerbero, el monstruoso perro guardián de tres cabezas y cola de serpiente. ¡Con su canto Orfeo había conseguido calmar a la más terrible de las fieras! Es así como pudo llegar ante los reyes de las penumbras, quienes se quedaron maravillados por su música, por la valentía de Orfeo y por la pureza de su amor por Eurídice. Al final, conmovidos, le consintieron que regresara a la superficie terrestre con su amada, pero con una condición: que no se volviera a mirarla hasta que hubieran salido del Averno. Cuando ya estaban llegando a la puerta de salida, Orfeo –dicen– no pudo resistirse y se giró a mirar a Eurídice y ella se desvaneció para siempre en las tinieblas. Orfeo volvió entre los vivos, pero solo y muy triste.