Guía para familias
En esta sección os proponemos algunas sugerencias relacionadas con los retos, las propuestas y los artículos que figuran en las secciones dirigidas a vuestros hijos e hijas. Os invitamos a consultarlas, ya que os pueden resultar de utilidad a la hora de jugar y de conversar en familia.
Además, os damos las soluciones de esos retos, para que dispongáis de ellas de la forma que creáis más adecuada.
¿Por qué existe el juego? ¿Para qué sirve?
Las personas jugamos para divertirnos y, aunque el juego está asociado directamente al mundo de la infancia, es importante para la vida de todos, tengamos la edad que tengamos.
A través del juego, los niños y las niñas empiezan a comprender cómo funcionan las cosas, qué pueden o no pueden hacer con determinados objetos, aprenden que existen normas, pero también que existe el azar, la probabilidad y normas de comportamiento que deben ser respetadas. Además, la experiencia del juego les pone en relación con el mundo exterior, les ayuda a desarrollar sus capacidades intelectivas, afectivas y relacionales, y les enseña a ser perseverantes y a tener confianza en sí mismos. Por todo ello, es necesario respetar el espacio y el tiempo para el juego durante la infancia.
El juego en la Antigüedad
Un poco de etimología. El juego, ¿solo diversión?
La palabra juego proviene del latín ludus. En el mundo antiguo ludus significaba juego, pasatiempo, actividad, más o menos ficticia, agradable y placentera. Pero también significaba escuela.
En castellano conservamos el término ludus, entre otras palabras, en el adjetivo lúdico, ‘perteneciente o relativo al juego’ y en el sustantivo ludoteca: ‘centro de recreo donde se guardan juegos y juguetes para su uso y préstamo’.
Sin embargo, nuestro sustantivo «juego» proviene de otra palabra latina: iocus, que significaba broma, burla, juego; de donde proviene el verbo iocari, jugar.
La relación etimológica con el griego es menor, pero igualmente importante. Las palabras que significaban juego y broma eran τὰ παιδιά (ta paidiá) y παίγνιον (paígnion), que están conectadas con la raíz de παῖς παιδός (pais paidós), niño. De aquí derivan en castellano pedagogo, pedagogía o pediatría, entre otras palabras.
El valor educativo del juego
En la actividad lúdica de niños y adolescentes intervienen, no solo las capacidades físico-motoras, sino sobre todo la vida emotiva, la intelectiva y los procesos de socialización y de educación. Por ello, el juego, aparte de la diversión que conlleva, puede ser empleado también como material didáctico y como método de aprendizaje. Tanto es así, que en Roma la palabra ludus hacía referencia tanto a la escuela como al juego.
Ya el filósofo griego Platón y el retórico latino Quintiliano, defendieron, siglos atrás, la idea del juego en el ámbito educativo. Lee este testimonio de Platón:
«Mi buen amigo, no emplees la fuerza para instruir a los niños; que se eduquen jugando y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos».
Platón, República, VII, XVI, 536e-537a.
Y este otro de Quintiliano:
«Es necesario conceder a todos (los alumnos) alguna pausa, no solo porque no hay ningún ser humano que pueda soportar un esfuerzo continuo –incluso las cosas privadas de sensibilidad e inanimadas, para poder conservar su eficacia, se relajan, por así decir, con intervalos de reposo–, sino también porque el estudio se basa en el deseo de aprender, que no puede sufrir constricciones. Y así, reanimados y frescos, los estudiantes ponen en el estudio más energía y una atención más viva […]. No obstante, las pausas deben tener un límite, para que no generen odio hacia el estudio, si se les niega, o costumbre al ocio, si es excesivo».
Quintiliano, Institución oratoria, I, 3, 8-11.
La historia del juego
El juego en Grecia y en Roma
Como indicamos en el artículo, muchos de los juguetes se hacían de forma artesanal en las propias familias. Fabricar algún juguete en casa podría ser interesante y una ocasión para el aprendizaje y el desarrollo de la creatividad.
El mensaje secreto
Con el experimento de la tinta invisible, además de jugar con tus hijos o hijas en casa a dejar mensajes secretos, a hacer de espías, etc., se puede reforzar uno de los conceptos que suele resultar muy complejo a los estudiantes de los últimos cursos de Educación Primaria: qué es una reacción química.
Los limones contienen un ácido débil, el ácido cítrico, un compuesto que contiene carbono. Este ácido a temperatura ambiente es prácticamente incoloro, pero cuando se calienta (combustión), el ácido cítrico se descompone en dióxido de carbono, agua y restos de carbono, que son los responsables del oscurecimiento de las letras, es decir, de que veamos el mensaje secreto.
El huevo saltarín
Este experimento, además de resultar divertido, permite reflexionar sobre algunos aspectos, cuya explicación aportamos para que la utilicéis si colaboráis con vuestros hijos e hijas en esta actividad.
- El cambio de las propiedades del huevo mediante una reacción química. El vinagre es un ácido que reacciona con el carbonato de calcio que forma la cáscara del huevo. Durante la reacción se forma dióxido de carbono que se desprende en forma de burbujas y se forma un compuesto nuevo (acetato de calcio) que se deposita en el fondo del tarro de cristal. Al desaparecer la cáscara de huevo, este se ha vuelto elástico, ha cambiado sus propiedades.
El huevo ha aumentado su tamaño. El proceso que lo explica es el de la ósmosis. El huevo contiene una mayor concentración de sustancias disueltas que la solución de vinagre que lo rodea y como la membrana que envuelve la clara de huevo es semipermeable, permite que el agua contenida en el vinagre penetre en el interior del huevo. De esta forma el huevo se hace más grande porque adquiere agua.
Jugamos con la luz
Con este experimento se comprueba que la luz viaja en línea recta, porque al separar uno de los cartones de su posición, se puede observar cómo el haz de luz se sitúa en línea recta con el agujero precedente.
Mi primera cerámica
Hacer cerámica en casa es una actividad muy entretenida y educativa que nos permitirá jugar en familia. Fomenta la creatividad y sirve como ejercicio de las habilidades manuales.
Eso sí, conviene que se haga en un entorno preparado y fácil de limpiar. Por esa razón, esta propuesta implica el uso de arcilla comercial, que viene preparada para no manchar demasiado y que se endurece al secar, sin necesidad de cocción.
No obstante, es recomendable preparar un espacio protegido con un papel continuo reciclable o con un mantel de hule que pueda limpiarse fácilmente una vez terminado el proceso.
El juego del diccionario
Este juego es ideal para pasar un rato en familia.
Lo recomendamos a partir de segundo de Primaria. Cierto que, si hay niños más pequeños, que están aprendiendo a leer y a escribir, habrá que darles una ayudita, pero podrían jugar también diciendo las definiciones para que las escriba otro miembro de la familia. Podría ser muy estimulante para ellos.
Este juego fomenta la creatividad, acerca el lenguaje de una forma divertida, es perfecto para aprender palabras nuevas y enseña a definir y a prestar atención a los detalles.
Es instructivo también para los adultos, porque, al jugar con niños, se intenta dar definiciones más claras y menos técnicas, adaptándolas a la mente de nuestros pequeños.
Las reglas se pueden adaptar y modificar también, por ejemplo:
- Podéis escoger al azar la letra por la que debe empezar la palabra del juego, por ejemplo, sacando tarjetas de una bolsa.
- Convendría que cada cual escribiera la definición escogida en un papel, para que nadie cambiase su decisión sobre la marcha, por creer que se ha equivocado.
- Otra variante podría ser que el primer jugador, o moderador, también participase en el juego, dando su propia definición –jugando al despiste– o leyendo, solo al final, la definición correcta directamente del diccionario.
Crea tu propia máquina de efectos encadenados
La construcción de máquinas con materiales reutilizados es una actividad que puede llevarse a cabo en familia. Sobre todo porque algunas de las ideas que los niños y las niñas pueden imaginar pueden tener montajes complicados que pueden requerir de la ayuda o de la capacidad logística de una persona adulta.
Es una actividad que estimulará en gran medida la creatividad, que pone en juego multitud de principios físicos que probablemente los niños y las niñas estén tratando en sus colegios o institutos y que favorece la iniciativa emprendedora. Recomendamos no ponerles más trabas que las necesarias por razones de lógica y seguridad y, en general, animarles, ya que estos ejercicios pueden despertar vocaciones o aficiones y, quien sabe, quizá ser el germen de futuros inventores e inventoras.
Juega a inventar una tira cómica
Esta actividad es muy útil para fomentar la creatividad y el espíritu crítico en las niñas y en los niños. Además, en la era del cada vez más importante «visual thinking» o pensamiento visual, conseguir que las niñas y los niños sean capaces de relatar una historia o expresar un sentimiento de manera gráfica puede resultarles de gran ayuda en su proceso de aprendizaje. Pensad que realizar una tira cómica implica un ejercicio de síntesis, de secuenciación de acontecimientos, de abstracción de conceptos… En resumen, al realizar esta actividad, ponen en práctica muchas de las destrezas y técnicas de estudio que necesitan en su día a día.
Jugar usando las TIC
El objetivo del artículo «Jugar usando las TIC» del apartado «¡Te interesa!» es exponer una serie de consejos básicos para jugar usando las TIC.
El ordenador, la tableta, el smartphone o las videoconsolas se han convertido en herramientas habituales de juego y entretenimiento para la juventud actual.
Por eso pensamos que es importante establecer algunas pautas para un uso correcto y saludable de este tipo de dispositivos, que ayuden a prevenir riesgos que pueden desembocar en problemas mayores, como la tecnoadicción.
El artículo no trata de demonizar el uso de las TIC para el juego, solo trata de advertir a nuestros hijos e hijas que es necesario el cumplimiento de algunas normas para que este tipo de juegos no repercutan negativamente en su salud física y mental.
Así, se les exponen algunas normas básicas, como el control del tiempo, el respeto de los horarios y la realización de otras actividades saludables.
Os invitamos a leer el artículo en familia para ayudarles a tener un uso controlado de este tipo de tecnologías.
Inventa tu juego
El objetivo del artículo «Inventa tu juego» del apartado «¡Te interesa!» pretende fomentar la iniciativa y la creatividad de los más jóvenes, con una actividad de aprendizaje planteada desde un punto de vista lúdico.
La participación de la familia en esta actividad es fundamental porque contribuye al aprendizaje por ambas partes y a la diversión en el ámbito familiar.
En cuanto a qué juego inventar, vuestras hijas e hijos os sorprenderán por su imaginación pero si queréis inspirarles, no dudéis en descubrirles algunos de esos juegos de vuestra infancia. Quizás podáis hacer juntos una versión actualizada que satisfaga vuestra nostalgia y su creatividad.
Los juegos «de toda la vida»
El objetivo del artículo «Los juegos “de toda la vida”» del apartado «¡Te interesa!» es dar a conocer a vuestros retoños otras formas de juego, que a menudo pueden resultarles desconocidas.
También es una forma de conservar el legado cultural que supone lo tradicional.
Además, si se deciden a poner en marcha este tipo de juegos, podrán entrenar y desarrollar aspectos básicos de las competencias clave y la educación en valores, como: la promoción de los hábitos saludables, el diálogo y la tolerancia, el respeto por el patrimonio cultural, etc.
Una actividad complementaria a esta se describe en el artículo que figura a continuación:
Jugar a contar juegos
Cuando observamos los juegos de nuestros hijos e hijas, a menudo tenemos dos sensaciones diferentes. En ocasiones percibimos que nada ha cambiado; que juegan con los mismos esquemas de comportamiento con que se jugaba en nuestra época. En cambio, en otros momentos, nos parecen seres extraterrestres inmersos de manera natural en un universo de juegos altamente tecnológicos. Es en estos momentos cuando nos inquieta sentir que existe un abismo de desconocimiento entre sus juegos y los nuestros y, por extensión, entre sus vidas y las nuestras. ¿Cómo podemos contribuir a su educación si no comprendemos sus códigos de conducta?
Pero ¿y qué piensan nuestros retoños? ¿Son conscientes de que también tuvimos infancia? ¿Saben a qué jugábamos en las calles o los campos de nuestros barrios o nuestros pueblos? Puede que piensen que estamos a años luz de entenderles.
Quizá un ejercicio que puede ayudar a ese deseado entendimiento mutuo sería tomar la iniciativa como madres y padres y relatar a nuestra descendencia cómo jugábamos en nuestra infancia. Los efectos en ellos y ellas serán variados: desde una completa indiferencia hasta una curiosidad tal que derive en la sorprendente resurrección de algunos juegos de nuestra infancia
Aparte de la transmisión oral de estos relatos, existe la posibilidad de escribirlos y fomentar, de paso, en nuestros hijos e hijas, el hábito de leer y escribir. Os animamos a intentarlo.
Los dos relatos siguientes han sido elaborados, respectivamente, por un padre y por una madre. Son testimonios de dos épocas y de dos entornos diferentes. Pueden servir como ejemplo de cómo llevar a cabo esta interesante actividad en familia.
Miguel. 55 años. Vallecas (Madrid)
El primer juego que recuerdo con disfrute fue el movimiento. Moverme de un lado a otro, deslizarme por las baldosas de la casa recién fregadas, caer de rodillas o de culo y volverme a levantar, equilibrar mi cuerpo con los brazos y las manos, agarrarme a cualquier objeto que apareciese en mi trayectoria, apoyarme contra las paredes, y llegar hasta un objetivo que solía aparecer sin premeditación, ya fuera una cortina, una mesa, una silla, el aparador que en la cocina hacía las veces de despensa...
Ese movimiento libre de ataduras. La autonomía plena del cuerpo. El movimiento primerizo de los miembros. La coordinación innata para la que hemos nacido: mover piernas y brazos, con la vista puesta en la meta final, observando a cada paso los innumerables obstáculos que había que sortear. Todo aquello me provocaba un estado que encendía en mí la bombilla de la felicidad en forma de apertura de ojos, de sonrisa, de grititos de euforia a los que mi madre respondía con alguna dulce caricia, acompañada de alguna frase.
Algún año después, cuando vi morir a mi amadísimo chupete por un hogar de la cocina de carbón, con ojos acristalados, comenzaron otros juegos. Había rincones, recovecos, cajas grandes de cartón, puertas de armarios, un sinfín de accidentes geográficos hogareños, un mapa casero por explorar. Y allí que te iba yo, con un movimiento mucho más coordinado, reptando bajo una cama, buscando algún tesoro escondido, como una bacinilla descascarillada, o una caja de zapatos con la suela desgastada. O escalando hacia el techo de algún armario de ropa para coronar un supuesto Kilimanjaro, donde mi madre guardaba algún muñeco cabezón de una infancia escasa.
Más tarde llegaron los años del macuto de tela negra, que mi padre cosió para llevar los libros al colegio. Y de las tardes de pan con chocolate, de bocadillos de salchichón, de luz crepuscular que se alargaba en el infinito, mientras correteábamos: unos niños con unos niños o contra otros niños, cruzando aquellas calles desnutridas de automóviles y adoquinadas, donde jugábamos a ser Amancio o Pirri o Collar o Luis Aragonés. Aquellos campos de fútbol improvisados al lado de casa, donde desollábamos nuestras rodillas como jesucristos de pantalón corto y orejas de soplillo, coderas de escay y corte de pelo a tazón.
En aquellos años vivía yo cerca de un talud por donde cruzaba la línea férrea Madrid-Barcelona, que los vecinos utilizaban a modo de vertedero de toda clase de enseres. Fue en ese bendito lugar donde encontré un neumático como de medio metro de diámetro, que sirvió para que mi padre, que trabajaba en un taller, me hiciera una especie de gancho de metal con el que podía hacer rodar aquel improvisado aro. Y yo tras él. Mi primer juguete: un aro que empujaba por una acera gris de invierno.
Madrid comenzaba a crecer como los abdómenes, por los laterales, con aquella multitud que buscaba un futuro en las fábricas de un sector industrial incipiente que comenzaba a engullirlos.
En ese Madrid de mi infancia apareció el trompo, la peonza, toda ella de madera, que bailábamos con una cuerda y cogíamos con la mano según bailaba. La peonza que giraba y giraba. Trazábamos un círculo de dos o tres metros de diámetro, todos los niños del barrio alrededor —entiéndase barrio como dos o tres calles seguidas—, tirándola, y aquella que quedaba dentro del círculo, allí se quedaba quieta, sin rodar. Enrollabas de nuevo la cuerda alrededor de tu trompo, y lo lanzabas con fuerza contra las peonzas que se encontraban dentro, y el chocar de las maderas provocaba un ¡crac! que hacía que exclamáramos un: ¡Toma ya! Éxtasis que enfurruñaba al dueño de la afrenta peonzil.
Más tarde, después de la época de la peonza, venían la teja, la lima, las canicas, las chapas, los cromos, todos aquellos juegos estacionales que nos relacionaban con la futura pandilla del barrio, de ese barrio, que dos calles más arriba desaparecía porque empezaba el otro barrio, que también era del barrio. Los primeros juegos de sociedad.
El juego. La autonomía de correr agitando brazos, manos y piernas, un todo arracimado a un tronco y una cabeza. Psicomotricidad ante de que existiera la disciplina pedagógica. Y sentir con ello la felicidad de hacerlo. El juego como forma de relacionarte, de sentirte parte del grupo, de socializar. Educar la inteligencia emocional cuando ese concepto ni sonaba.
El juego y su importancia en el desarrollo personal, tanto individual como colectivo, desde que nacemos, hasta que desaparecemos. Jugamos a todo y con todo. Jugamos a crecer, a oler, a escuchar, a mirar, a reír, a llorar, a soñar, a desear, a movernos, a sentirnos parte de algo.
Pero sobre todo y ante todo, el juego como aprendizaje. Porque no hay nada más divertido que jugar, y si aprendemos jugando, quizás no haya nada más divertido que aprender.
La vida, si se ve como un juego, es más divertida.
María. 37 años. Las Pedroñeras (Cuenca)
Me pasa a menudo, cuando el caos cotidiano o las labores de autómata me dan un respiro y os observo desde la distancia o la cercanía que hay entre mi mesa de trabajo o el sofá y vuestro lugar de juego, pienso en si sabéis quién soy de verdad.
Sé que sabéis que soy vuestra madre: la que os ha parido, la que os pregunta qué tal el día con una sonrisa, la que os cuida cuando estáis enfermos o tristes, la que os ayuda con los deberes, la que os hace fotos y tartas en vuestros cumpleaños, la que os lee cuentos, la que os lleva al teatro, la que os regaña y os da órdenes incansablemente..., la que os quiere; pero no sé si me conocéis o si sabéis algo de mí, al menos, como lo sé yo. Por esto os escribo esta carta, y otras que vendrán.
Vosotros, hijos míos, creéis que yo siempre he sido así, grande y alta como ahora soy; pensáis que siempre he trabajado de la noche a la mañana como lo hago ahora y que nunca he tenido tiempo para la diversión sin vosotros; pero no, fui niña, estudié y jugué, casi tanto o más que vosotros.
Os contaré cómo jugaba allá por los ochenta, cuando tenía vuestra misma edad.
Las formas de juego que recuerdo sí que son diferentes a las vuestras, aunque, ahora que lo pienso, a lo mejor no tanto.
En mis primeros recuerdos no había juegos de encajar piezas ni puzles ni muñecas de colores con atuendos extravagantes. Había muñecas de dimensiones más reales que las de ahora: pequeñas y regordetas como las Barriguitas y muñecas vestidas de señorita como la Lesly; de esta última, seguro que os acordáis, en casa de la abuela está colgada la foto en la que aparece: es esa, en la que salgo con el tío con cara de enfadada aferrada a una muñeca con vaqueros y camiseta.
Después sí que vinieron los juegos de encajar; la de horas que pasé jugando con el tío construyendo casitas con las piezas del Exin Castillos. Si os apetece ver cómo es, acordaos de preguntarle a la abuela dónde está ese juego, que seguro que lo conserva en algún lugar de la cámara; cuando andéis por allí, tened cuidado, que en ese lugar podéis encontrar de todo, hasta máquinas que os parecerán fantásticas aunque solo sean antiguos aperos de labranza.
Los siguientes juegos en mi memoria sí que podría asociarlos a juguetes compartidos; la secuencia en el tiempo podría ser así: los juegos reunidos, el quién es quién, la goma, el Monopoly, la comba y el Trivial. Se me resistió el Micronova, pero es que a la abuela le pareció que ya no tenía edad de andar con juguetes, y ahora que lo pienso desde su punto de vista, tenía razón. En esa época, los abuelos estaban preocupados por la cosecha, vinieron años malos y no había mucho para comprar, ni siquiera juguetes; por esto, si os dais cuenta, los juguetes son compartidos, obligatoriamente tenían que utilizarse, al menos, entre dos (casi siempre, el tío y yo) y la estrategia de ahorro del 2 x 1 servía para mucho más: obligaba a jugar, a relacionarse, a interactuar, a hablar… Esto os explica muchas cosas, ¿verdad? ¿Con quién me pasaba el día jugando a la par? Con el tío y la prima, ¿no? ¿Quiénes son ahora mi apoyo y mi refugio? ¡Bingo! ¿Y dónde empezó la unión? Pensadlo.
Los últimos juguetes que recuerdo se parecen más a los vuestros, había pantallas: ordenadores, Game Boy y consolas; y a eso de colocar fichitas que hago los domingos por la mañana mientras vosotros dormís me encantaba jugar, por eso lo sigo haciendo, porque me gusta y porque, recordadlo siempre, siempre hay que volver un poco atrás.
Pero en mi juego no todo era material, no solo había juguetes, había mucho más.
Ya sabéis porque estáis hartos de escuchar a los abuelos que antes aquí no había teléfonos ni calefacción ni guarderías ni ludotecas ni escuelas de verano, y que por eso, los niños como yo se pasaban media vida en el campo, en los quiñones, en el parque o en la calle.
En esos lugares, a los que muchas veces llegabas de madrugada, a la hora de trabajar de los padres, no había juguetes, pero sí mucho tiempo y mucho juego. A veces, jugabas a que eras mayor y trabajabas como ellos; otras veces, cogías la bicicleta y te imaginabas explorador de castillos encantados que solo eran casuchas derruidas donde los pastores de antaño descansaban o dejaban el hato; en otras, a lo Félix Rodríguez de la Fuente, te creías un gran naturalista y te adentrabas en el monte en busca de bichos y plantas salvajes que resultaban ser bellos e inofensivos; y otras veces, te dedicabas a buscar el tesoro que resultaba ser un guijarro redondeado con forma de pelota que, por si os interesa, está encima de la cómoda, haciendo de pisapapeles de los recibos del banco.
Los días que los padres estaban relajados porque había llovido (o no, dependiendo de las fechas) y la cosecha se salvaba, el juego incluía juguetes reales a lo grande: el tractor, el remolque, el camión o la furgoneta; esos días eran mejor que una fiesta. Pensad en lo que disfrutáis cuando os montáis en las atracciones de la feria, o cuando vamos a Madrid al parque de atracciones; pues es lo más parecido a lo que yo vivía cada vez que vuestros abuelos me dejaban conducir el tractor o montarme en el remolque. Conduciendo el tractor o haciendo que lo hacía, porque el abuelo nunca me dejaba sola, me divertía a lo grande; y encima del remolque rojo, ya fuese dentro del contenedor o sentada en el banquillo de delante, me creía la protagonista de una película del oeste que comía uvas reales como las de las películas de romanos.
En los quiñones, donde ya había más niños, hice mi primera pandilla; eran las afueras del pueblo, donde ahora están todas las naves industriales. Allí, como la seguridad de la pandilla lo permitía, te dejaban a tu aire; el mensaje de los padres era el mismo que os digo yo ahora: «Tened cuidado», y mi respuesta es la misma que la vuestra: «Vale». A pesar de este mensaje, las guerras en la broza estaban a la orden del día, y la precaución no evitó algún que otro accidente o incidente, más de una vez llegué sangrando o con las gafas destrozadas; pero jugué y disfruté tanto que aún, a día de hoy, lo recuerdo como si fuera ayer.
Sé que no os gusta leer más de dos pantallas seguidas, por eso, ya dejo de escribir. Os contaría millones de historias de cómo jugaba para que sepáis un poco quién soy, pero ahora tenéis que seguir jugando a este juego inventado y esta carta solo forma parte de la primera adivinanza. Espero que os haya gustado leerme y jugar conmigo.
Juega a dibujar con poemas
La sonoridad y el ritmo de los poemas es un mecanismo de aprendizaje eficaz y que a los niños y niñas les gusta mucho. El objetivo de los que se aportan en esta sección es conseguir que los niños y las niñas de corta edad puedan interpretar los mensajes contenidos en los versos y los traduzcan en dibujos personales. Es una forma de alimentar la afición por ilustrar ideas y conceptos que podría dar futuros ilustradores e ilustradoras. Un estupendo ejercicio de creatividad, comprensión lectora y capacidad de atención.
Además de practicar con los ejemplos que se han dado en la sección para el alumnado, es muy recomendable conseguir otros poemas para realizar esta actividad. Entre los que resultan más adecuados están los de Gloria Fuertes, que están disponibles en la web de su asociación, así como en libros como Mi primer libro sobre Gloria Fuertes, de Anaya, puesto que recopila algunas de las poesías para niños de la gran poeta y va acompañado por un CD con los poemas recitados por la propia autora. Recomendado para niños de 5 a 8 años.
Recomendamos también esta obra: VV.AA. Compilación de Jaime García Padrino y Lucía Solana. Antología de poesía infantil, Editorial Anaya.
El ajedrez
Con este artículo hemos querido dar una breve introducción al juego del ajedrez para generar curiosidad en aquellos de nuestros hijos e hijas que aún no se hayan acercado a este fabuloso juego de estrategia y razonamiento.
Además, las personas adultas de aquellas familias que no lo conozcan, pueden también tener una guía que les permitirá realizar su aprendizaje al mismo tiempo que los niños y las niñas. En ese caso, el ajedrez nos iguala. Nos sorprenderá ver como algunas niñas y niños tienen una gran capacidad para jugar. No nos sintamos mal si nos ganan.
Soluciones de los retos y acertijos
Las soluciones del los juegos interactivos se hayan en esos mismo juegos. En cambio, vuestros hijos e hijas no disponen de las soluciones de algunos de los retos, acertijos y experimentos que figuran en dicha sección.
Aquí os las dejamos para que se las administréis en función de vuestro criterio. Es una buena idea que representéis esos acertijos de forma gráfica o que hagáis los experimentos propuestos.
Solución del acertijo
«El pastor, la cabra, la col y el lobo».
- Lleva la cabra al otro lado.
- Vuelve.
- Lleva al lobo al otro lado y regresa con la cabra.
- Deja la cabra y lleva la col al otro lado.
- Vuelve para recoger la cabra.
- Lleva la cabra al otro lado y reúne todo allí.
Solución del acertijo «La moneda misteriosa»
Ponemos cuatro monedas en un platillo y otras cuatro en el otro, si la balanza se equilibra sabemos que la moneda con mayor masa está entre las que no hemos puesto en la balanza; y si no es así, estará en el platillo que baje más.
En cualquier caso, ya sabremos que la moneda de mayor masa está en un grupo de cuatro. De ese grupo de cuatro ponemos dos monedas en cada platillo. Hacemos esta operación una vez mas con el grupo de dos monedas del platillo que baje más en la balanza. Así, ya sabemos cuál es la moneda misteriosa.
Solución del acertijo «El problema del aceitero»
Solución del acertijo
«¿Cuánto tiempo vivió Diofanto?»
Este juego matemático se resuelve con una ecuación:
- Los años que vivió = x
- La infancia = 1/6 de x
- El tiempo hasta que llego a la juventud: 1/12 de x.
- El tiempo hasta contrajo matrimonio: 1/7 de x.
- Hasta que tuvo su primer hijo = 5
- La edad que tenía cuando falleció su hijo = 1/2 de x.
- El tiempo que pasó hasta su muerte = 4.
- La infancia =
Se resuelve la ecuación:
x / 6 + x / 12 + x / 7 + 5 + x / 2 + 4 = x
[(14x + 7x + 12x + 42x) / 84] + 9 = x
(75x / 84) = x – 9
75x = 84 (x – 9)
75x = 84x – 756
756 = 84x – 75x
756 = 9x
x = 756 / 9
x = 84